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RECORDANDO A AVELINO
       ¿Cómo vivían Teresa y Avelino? No pretendo hacer de cronista, pero sí puedo dar mi testimonio, que lo es de un aprendizaje.

    En abril de 1998 Avelino se sentía exultante. En cinco meses las editoriales le habían publicado cinco libros:
¿Y porqué no te atreves a llamarlo amor?
Tu padre era mi amigo
El valle del infierno
Una casa en la orilla de un río
Almirante Montojo y Commodore Dewey.
Hacía años que no nos veíamos, y nos invitaba a visitarles: “confío en que nos veremos. Todos los que pasan por aquí nos dicen que se vive muy bien ¿os animáis a comprobarlo?” Así terminaba su carta.

    Y a fe que lo hicimos; el verano siguiente Mª Luisa y yo pasamos unos maravillosos días con Teresa y Avelino en su casa de Selva.
    
    Navegamos en su llaut (cada vez que miro las fotos experimento una placentera sensación, un llaut hecho con pino de Soria, al que como habéis visto le dio el nombre de “Gloria” porque sabía que no es preciso esperar al ultimo viaje para entrar en ella), comimos y bebimos, charlamos, hablamos y nos reímos. A solas nos reímos de nosotros mismos. No digo ahora a cuento de qué, porque no quiero correr el riesgo de hacer gracias a destiempo. Pero he de decir que encontré al Avelino de siempre, y nos sentimos con él y con Tere como si el tiempo no hubiera mordido en la estrecha unión que se forjó en el pasado. He de decir sin rubor alguno que queríamos a Avelino, y que le admiré incluso antes de conocerle. Cuento porqué.

    En la cárcel de Carabanchel allá por 1970 conocí a un joven minero asturiano del PC del cual “Mundo Obrero” había encomiado su ejemplar comportamiento resistiendo las torturas cuando fue detenido. Cuando en 1971 Manolo Guedán me hizo ir a dar una clandestina charla (en la que yo contaba lo aprendido en los libros de historia de Pierre Vilar y Tuñón de Lara), me avisó de que entre los asistentes estaba quién en la misma situación había tenido un similar comportamiento en tierras murcianas.

    Mi admiración ahora por él tenía una razón que necesitaba menos el amparo de la conciencia mítica. Terminé admirando a Avelino porque consiguió convertir su afición a la literatura y a la vida en un oficio y en una manera de vivir. ¡Cómo nos gustaría a muchos saber tomar su ejemplo!.

    Su obra como escritor la edificaba, tomo sus palabras, “en sosiego y sin prisas”:

    Como contador reconocido de las cosas de Castilla su nombre va a perdurar entre sus paisanos. Quienes tuvisteis la suerte de estar en Valdegeña pudisteis ya comprobarlo.

    Como narrador de cuentos infantiles y juveniles deja una amplia lista de títulos que le hacen conocido y querido por los niños. ¿Qué más se puede lograr en este ámbito?.

    Como novelista Avelino iba creciendo perceptiblemente. Sabía mirar la vida desde la compañía; esa era su cualidad para descubrir las verdades. Para mí tengo que tenía aprendida, y no sé si leída, la advertencia de Antonio Machado “En mi soledad he visto muchas cosas claras que son verdad”.

    En “Una casa a la orilla de un río” mostró, desde la compañía con Teresa, que “es posible una existencia satisfactoria a partir de darle a la vida las propias circunstancias que uno elige”.